Etapa 2: CALDAS DE REIS –PADRÓN
Abro un ojo mientras el otro se queda algo
rezagado en el intento. Veo desde lo alto de mi litera que las polacas todavía duermen.
Mientras trato de bajarme de la litera superior el inevitable chirrido hace que
una de ellas reajuste su postura en el catre. Me pasó entonces por la mente la
conversación-noconversación que había tenido por la noche con una de ellas cuando
trataba de explicarle que por favor recordaran cerrar la ventana cuando se fueran
todas a dormir por el ruido del tráfico. Esbocé una sonrisa al recordar nuestro
ritual nocturno de mímica y que ambas nos reíamos pese a no entendernos. Siempre
he creído que la sonrisa es el idioma internacional por excelencia. La chica no
hablaba ni papa de inglés, y yo de polaco voy algo justita…
El día comenzaba con la felicidad de lo
incierto rehogada en una gran taza de café de un bar cualquiera, donde el hilo
musical era el repicar de los bastones peregrinos sobre los baldosines marrones
con fondo de vapor expresso trabajando a toda máquina.
Una vez que el cerebro se despeja
forzadamente por la cafeína dije en voz alta: “Voy a dejar el café” ¡y van hoy
10 días sin cafeína!
-
¡Bravo MissldB!
-
Gracias, gracias.
El recorrido de esta etapa se caracteriza
por su vegetación y por las pistas de tierra pedregosas con subidas y
bajadas -a veces tendidas y a otras más inclinadas...-. Nunca había entendido bien para qué se usaban los bastones en la marcha
nórdica, me parecía una decoración inútil, como la gente que se pone guantes de kick-boxing para hacer
BodyCombat en unas inmaculadas instalaciones deportivas (¿es que acaso no saben
que esa clase de LesMils va de golpear tú sólo al aire? Pero ojo, hay algun@s más listo dandole al coco y dicen "que leches, pues yo me llevo los guantes de la bici que así parezco igual de malot@ y no gasto ná") Pues bien, en esta etapa comprendí la utilidad de los bastones de montaña a la perfección. Y no, finalmente no son como los guantes para BodyCombat, pero oye, igual un día pruebo con los de la bici que a ver si se van a quemar más calorías y yo aquí haciendo el tonto rabullándome las manos con el aire pa-ná...
Después de media hora caminando en el
corazón de esa bien llamada Galicia
Máxica nos topamos con una encantadora familia portuguesa, una ‘familia máxica’
que no creía en las coincidencias y que hacían el camino motivados por una señal del
destino y el amor entre ellos.
El papá, Paulo, era un hombre robusto, no
muy alto, como los españoles hijos de la postguerra, de piel y pelo moreno, guasón
donde los haya; es una de esas personas donde aquello de los silencios
incómodos nunca suceden. Su mujer, María, también morena pero más menuda, de semblante
más serio pero con un sarcasmo siempre inesperado que me hacía morir de la risa -pasados los 3 segundos que tardaba mi cerebro en procesar el portugués-. Y la
hija, la pequeña pero no tan pequeña Sofía de 21 años. Mis padres querían llamarme Sofía,
pero finalmente ganó MissLdB ;) Tal vez eso también era una señal de que era
parte del plan divino que nuestros caminos
se cruzaran. Un 25 de Julio a Paulo le diagnosticaron un cuadro severo de
salud. Otro 25 de julio comenzó su personal peregrinaje hacia la lucha por la
vida haciendo una promesa (no se si a Dios, al cielo, a la Madre Tierra o las
estrellas que nos alumbran, pero la hizo y la cumplió). Tiempo después un 25 de
Julio vio nacer a su única hija, Sofía, con quien ahora comparte –junto con su
mujer- anualmente el Camino de Santiagodesde Tui.
Como podía ser que unas personas con las que llevabamos a penas tres horas caminando resultaran tan familiares... María me habló de la situación de Portugal desde un punto de vista personal, hablandome de las muchas injusticias que se cometen y del sin sentido de las prevendas de muchos médicos cuando los maestros -igualmente miembros del funcionariado público y sustento del progreso para las nuevas generaciones- estaban a años luz en sus condiciones.
Paulo, nos habló de cómo se sentía con la indeseada pero inevitable marcha de su hija a otro país en busca de un futuro mejor. Cuando hablaba así era como si su aspecto rudo, seguro de sí mismo y bromista se tornara en un espíritu frágil, con temor, con miedo a perder lo que más quería. Pero de inmediato hacía un salto mortal eliminando el dramatismo de la conversación con otra de sus bromas: "Pero cómo de bien viviría si mi moral me permitiera robar unos poquitos "escudos" como hacen nuestros dirigentes... ¡para ponerle una casita 'a minha filla' en la playa y a vivir del cuento!
Esto el lo que hace grande al Camino, la
energía vital de quienes te acompañan –así como en la vida- una energía que te
contagia y una pasión por vivir, reir, y como dirían mis amigos portugueses
‘andar as brincadeiras’ que la quieres agarrar con uñas y dientes tan fuerte
que quisieras tatuártela en el alma para que no se te olvide al regresar a
casa.
Lo mágico del Camino no es el destino, es lo que te encuentras a cada paso y el idioma internacional, la sonrisa.
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