Ir al contenido principal

New!

Instrucciones para encender una cocina de leña: haciendo fuego a la antigua usanza

Bienvenidxs a nuestro blog ' rural life ' donde nos gusta descubrir las maneras más eco-vintag e de vivir en armonía con nosotros mismxs y nuestro entorno.  En las últimas semanas ha llegado a nuestros oídos una alarmante noticia, el 80% de los jóvenes no saben encender  fuego de manera tradicional y el 90% de los que lo han intentado han terminado con niveles muy elevados de cortisol abandonando en su tentativa. ¿Qué nos está pasando? Hemos de reconocer que muchos avances tecnológicos han facilitado sin duda nuestras vidas (o sea, las chimeneas eléctricas, estufas de pellets,...)  pero son demasiados los jóvenes que nunca han visto una cocina de leña y muchos menos los que hemos probado a alimentar a una Lacunza cuan dragón medieval con madera natural y un fósforo ¡muy crazy ! Es por ello que nos ha parecido top compartir con vosotrxs unas instrucciones básicas para que cualquiera pueda probar  los beneficios de hacer fuego a la antigua usanza, el último grito entre nuestra

IN MEMORIAN DE DAVID BERIAIN

Eran las 8:30 de la mañana y yo llevaba despierta tantas horas ya... los nervios de aquella noche no me habían dejado dormir. Por aquel entonces tendría yo unos 17 años y mi mi padre era todavía un profesor universitario de aquellos aferrado a la “extravagante” idea de hacer pensar a sus alumnos. Un día me dijo que le parecía necesariamente instructivo invitar a ‘un tal’ David Beriain a dar una charla a sus estudiantes en la uni, "alguien que les sacuda un poco la cabeza” me dijo. Este padre, que algo sabía de su hija, me había adelantado que el periodista navarro había finalmente aceptado la invitación –lo cual le honraba tremendamente ya que en una uni pública y pequeña te pueden acoger con mucho amor pero con pocos recursos-. Mi padre me preguntó si quería acompañarle para recibirlo, “es una persona muy interesante, creo te va a gustar”.

A las 8:45 estábamos en el vestíbulo, esperándole. Al verle, me pareció muy jóven para el trabajo que había leído de él. Venía sonriente y pausado, con vaqueros y chaqueta verde oliva; llebaba una cortísima barba de tres días y su pelo y ojos claros me hicieron ver su rostro más celta de lo que me imaginaba. Saludó de lo más cordial a mi padre, como si se conocieran de hace tiempo, y después a la jovencita que tenía a su lado, a mi. “A si que tú eres la incosciente que quiere ser periodista, ¿no?“- dijo David entre risas cómplices, y a lo que mi padre replicó “por eso me acompaña hombre, para ver si le quitas tú la idea ...” ambos se rieron mientras comentaban cuestiones de la profesión dirigiéndonos al salon de actos. Puedo decir orgullosa que aquel día tuve un flechazo con el periodismo y el la celestina fue ‘un tal Beriain’. Mientras hablaba se me iluminaba el alma de dentro a fuera, lo que decía resonaba y reverberaba con mis pensamientos, mis inquietudes, con quien yo era, y con quien todavía soy, y aquello me alimentó por dentro para luchar hasta la extenuación por ser fiel a mis principios, por no dejar nunca de ser curiosa así como de hacerme preguntas y ponerme en la piel del otro para poder contar su historia con respeto y sin prejuicios. Yo deseaba parecerme a aquella persona humilde y de alma cálida. 



Aquel día empezó mi camino; unos años más tarde estudié periodismo en la Complutense y trabajé en las áreas que más me apasionaban: internacional, política exterior, países en vías de desarrollo, y cualquier cosa que oliera mal y en la que hubiera que urgar un poco. Aunque yo sólo lo hacía desde redacción, esto inevitablemente me hizo coincidir con David en infinidad de ocasiones a lo largo de más de una década, pero no por trabajo –que más quisiera yo. Siempre que podía le seguía el rastro, como una jonki de la vida que necesitaba escuchar, sentir y vivir su trabajo porque me reordenaba por dentro; como una sesión de psicoterapia colectiva que me permitía comprender mejor el mundo, resituarme con humildad dentro de él y verlo con sus gafas especiales de vision nocturna, algo que sólo unos pocos poseen.

En una ocasion viajé exprofesso desde Holanda, donde yo trabajaba, a España sólo para asistir a un seminario de 4 días para poder escucharle, ver lo último en lo que “andaba metido este hombre”. Yo vivía en Utrech, y trabajaba a caballo entre Amsterdam y Rotterdam con el documentalista de Derechos Humanos Matte Mourik quien investigaba sobre los desaparecidos en Argentina y las causas que debían abrirse contra el padre de la princesa Máxima de Holanda –Jorge Zorriguieta, un criminal de la dictadura Argentina-. (El documental, incomodo para el status quo, salió a la luz pero la justicia de los Países Bajos - país que paradójicamente alberga la Corte Penal Internacional- no estimó “oportuno” investigar al padre de la tan querida princesa de Orange...) Un día, editando el docu, me llegó un mail de unas conferencias en A Coruña, cuando vi el plantel de asistentes casi me da algo: David, Cendón, Gervasio, Jane Evelyn Atwood, John Morris... ¡la meca del periodismo humano! Me faltó tiempo para empaquetar la mochila y salir corriendo para Schipol. Después de las ponencias algunos se prestaban a ser abordados, como Beriain. Era como si la experiencia de sus ojos le hiciera volver más mortal que nadie de sus ‘expediciones’ a la verdad y al conocimiento del otro. Ahí fue la primera vez que, como persona adulta, ya algo más alta y sin ortodoncia, hablé con David quien volvió a generar un tremendo impacto en mi. Tenía tantas preguntas para él... (pero no sobre él, sino sobre ese mundo que él veía ahí fuera) Comentarle que le conocía desde antes de todo aquel bullicio de flashes era no solo irrelevante para mí sino una total pérdida de tiempo en mis alborotadas inquietudes periodísticas y humanas. Justo después de su charla, en el café, me fui a reflexionar apasionadamente sobre lo que nos había contado con tres periodistas, también navarros, de alma añeja y noble (Daniel Burgui, Unai Beroiz y Luís Carmona)

Tras haber asistido a infinitos talleres, coloquios, seminarios y mesas redondas con figuras muy relevantes del periodismo humano (le suelen llamar "periodismo bélico" o de conflictos, pero el conflicto lo tengo yo con simplificarlo de esa manera) he de decir que lo que más me gustaba de los seminarios de Beriain, era Beriain. ¿Sabes cuando te apasiona el trabajo de alguien pero luego lo conoces en persona y te decepciona un poco? Con David pasaba al revés, su persona desbordaba con creces su trabajo. Era una locomotora de inquietud, una fuente de humanidad y un remanso de humildad. 

Hará unos cuatro años le volví a ver y pude también charlar con él pero esta vez más y mejor. Se había organizado un selecto seminario para 15 alumn@s de un master en producción audiovisual que impartía La Voz de Galicia, donde yo trabajaba como periodista en la sección de internacional después de haber terminado una etapa preciosa en Radio Exterior de España. Como no podía ser de otra manera me colé –lícitamente y con mi pase de prensa- entre los jovenzuelos y asití a todo el seminario. Al verle llegar, auque no le conocieras de nada, sabías por su aura y su energía que aquello no iba a ser un soliloquio de ego periodístico –que los hay-. Se paseó por aquella pequeñísima aula como si fuera el salon de nuestra casa, llamándonos a tod@s por nuestros nombres, hablándonos como si fuéramos todos compañer@s de trabajo, camaradas, amigos. Se sentaba en el vértice de su mesa y en cuanto pupitre libre hubiera a nuestro lado. Tantos años escuchándole, ya me parecía algo típico de su personalidad, y me vino a la mente el recuerdo de un congreso al que le habían invitado unos años atrás. Le habían puesto una mesa imperial con sillas aterciopeladas sobre una magnánima tarima de madera a la que se accedía por unas escaleras laterales de madera que confinaba a los ponentes a mirar desde arriba a su audiencia, allá abajo en el foso. Al subir las escaleras, David no se dirigió a la sillas, sino que se sentó en el vértice de la tarima con los pies colgando, poniéndose más a nuestra altura, porque él era eso, el humano más divino y sagrado que he conocido en esta profesión. Ya lo decía el Ryszard Kapuscinski: “los cínicos no valen para este oficio”, y Beriain valía, y valía mucho.



Volviendo al aula del master donde nos proyectó fragmentos de su último trabajo, Amazonas Clandestino –rodado junto con Sergio Caro y Ureña, entre otros-, nos incitaba a hacerle preguntas, a pensar (qué locos estos librepensadores), y también a responderle a él sobre cómo abordaríamos o resolveríamos tal o cual situación. No venía a "hablar de su peli", nos quería ayudar en un sentido práctico que el dominaba. Tras el pase de algunos clips me bullían las preguntas en la mente y se me disparaban accidentalmente por la boca; preguntas que tal vez parecieran más abundantes de lo que realmente eran en aquella diminuta aula con tímidos estudiantes veinteañeros de producción audiovisual que poco o nada sabían de territorios en conflicto o del trabajo de campo de un periodista ‘de los incómodos’, como David. Después de un buen rato sumida en aquella frondosa historia Amazónica me percaté de que aquello empezaba a parecer un diálogo con Berian más que un coloquio con los estudiantes de modo que ejercí un educado autocontrol cediendo minutos de silencio a los interpelados y adormilados estudiantes quienes tras las preguntas de David, y mis corteses silencios amordazados e inquietos, continuaban hacienda eco silencioso con sus monos con platillos... qué locura no contester a Beriain, qué digo, ¡qué locura no preguntar a Beriain! “He hecho lo que he podido dandoos cuartelillo pero es que si no tenéis preguntas... joder, ¡las tengo yo!” Aquel hombre era luz, hacía luz y compartía luz, y yo necesitaba absorber esa luz, que sabía que estaría en aquella sala por un tiempo limitado, y como el arcoiris se desvanecería.

Al terminar la sesión se dirigió a mí mientras recogía el proyector, y me preguntó “Diana, ¿verdad?” (nos había preguntado nuestros nombres para referirse a nosotros) Asentí con la cabeza “Tú...no estás estudiando el master, ¿verdad? Tu pregunta sobre los fixers me hizo sospechar...” dijo mientras se reía con el ceño fruncido y gesto de curiosidad esperando expliación. Le conté a qué me dedicaba y brevemente también cómo le había conocido con 17 años, como no, me preguntó un montón de cosas. La directora del master le esperaba en el linde de la puerta, para los protocolos de invitados “Reales”, supongo; y él le preguntó mirando el reloj ¿tenemos 10 minutillos antes de la...? La directora asintión amablemente mientras esperaba en el pasillo con 5 miembros más de la comitiva. Si yo fuera ella tampoco tendría huevos a decirle que no. David Beriaín era así, genuinamente curioso, deseaba ver a las personas y sentía una curiosidad auténtica por el otro (incluso si ese otro fuera un asesino traficante, él quería saber entender por qué). 

Cuando nos despedimos en la salida del edificio, me anotó un teléfono de contacto en un trozo de papel, me instó a que no abandonara, y me dijo con honestidad que si algún día necesitaba ayuda con algo no dudara en llamar. Me puso la mano en el hombro como el que da ánimos y se despidió “que tengas suerte Diana" y mientras se alejaba agitó la mano con el índice levantado y me dijo "y anda con cuidado, que tienes la mirada de los locos!”- se rió con sorna bajo su ahora ya tupida barba mientras el séquito le absorbía con protocolariedad. Yo le respondí con una sonrisa y sin entender muy bien entonces a qué se refería exactamente: “Gracias por todo David, nos vemos en la próxima"-


Que terrible ausencia has dejado en el mundo David, pero tu vida ha logrado tocar el alma de miles de personas, como yo y diferentes a mi, y la tuya, tu alma se quedará inmaculadamente conservada en el espíritu de tu trabajo que permanecerá en un rincón protegido de nuestra memoria para repasarlo delicadamente con nuestros corazones cuando te echemos de menos.

IN MEMORIAM.
DABID BERIAIN AMATRIAIN. 26 de abril de 2021, Pama, Burkina Faso

Comentarios