Ayer al llegar a casa me sacudí como un perro mojado tratando de eliminar de mi sistema la humedad que se filtra hasta el alma en un goteo sutil y constante. Me recibe feliz mi peludita. Me hace feliz verla feliz. Recordé entonces la frase de una vecina el día anterior cuando me sorprendió dándole un beso y achuchando a la perra en el portal de casa (si, lo sé, los perros no entienden lo que es un beso, pero lamerla no me pareció muy oportuno...) -“son mejores que muchas personas, ¿verdad?” -dijo ella. Sin duda así es -respondí.
Eso mismo es lo que pienso al llegar a casa cada día a las 9 de la noche mientras espero a que mi alma gemela nos se retrase en el chollo y llegue antes de la 00:30.
Al encender el monitor para conectar Netflix -mi mejor amigo para refrigerar el cerebro- me recibe el “gran debate” electoral con Vicente Vallés y Ana Blanco al frente, periodistas asépticos, de impasible expresión facial e hipertérrita personalidad. Son como Paquito, conservaditos todos en formol -presentadores y concursantes- con ese tufillo a armario cerrado con ropa vieja. Les escuche durante una hora “hablar”, otrora me habría enfurecido por semejantes representaciones teatrales, ayer les observé como desde un patio de butacas, donde ellos parecieran creerse personaje reales, auténticos, mientras desde mi butaca silo podía ver a los actores sin personaje; y lo que es más triste, el telón y las bambalinas. Dichosas bambalinas... Es como el teatro del absurdo. Me pregunto cuanto tardará en gritar el regidor al chico de las luces que apague toda la iluminación artificial para cerrar de una vez este anfiteatro.
Apague mi monitor y agarré a mi perrita en silencio. Veo la vida de otro modo con ella a mi lado, sin embargo me sentí sola, tremendamente sola. Sola y vulnerable ante mi reducción de jornada de la semana pasada (es como el día de la marmota), sola pero en constante guardia ante las promesas, promesas que nunca llegan, promesas de humo que no son más que papel mojado, sola y vulnerable ante la precariedad que rodea mi vida pese a haber siempre luchado y conseguido todo lo que me he propuesto en la vida. Me sentí sola tras explicarle a mi madre que trabajar media jornada de modelo de patronaje por mucho que sea una gran multinacional, no es lo que deseo para mi vida -la única vida que tengo y que no podré pedir una segunda vuelta-. Me sentí sola cuando una amiga de mi época trabajando en EEUU me dijo que por qué no me regresaba, que en España no había nada para mi. Pero, ¿como se explica el alma? ¿Y el arraigo? Los pies del alma sólo pueden crecer en una tierra con raíces.
Hace 6 años que estoy en España y cada mañana me levanto con una gran sonrisa con la que trato de tranquilizar a mi yo interior quien está permanentemente en guardia. ¿Tendré que volver a mudarme? ¿Tendré trabajo el próximo mes? ¿Tendrán mis padres que regalarle la casa de los abuelos al gobierno autonómico por no poder afrontar el pago -casi a precio de mercado- de una casa ruinosa pero llena de recuerdos? ¿Podré comprar el colchón nuevo o mi espalda aún aguanta? ¿Y el próximo año? ¿Podré tener un hijo o se trata de un sueño extinto? Más bien una carrera de lucha entre el mundo que me rodea asimétrico a mi edad. 35 años ya...vaya vaya. Nuestros padres han vivido mejor de lo que vivimos nosotros hoy. Pero, “se chove, que chova” porque el consuelo está en que no te parta un rayo... ¿no? ¿o era soñar despierto? Tanta nube no me deja pensar con claridad.
Estoy en guardia permanente porque llueven noticias de abusos de poder cada día y nadie dice nada. Nadie hace nada. Décadas y décadas de pasear de caracol, mucho pasado que arrastrar. España, un país ex colonialista con pies de barro y telarañas decimonónicas disfrazado de europeísmo y sucedáneos progresistas en donde ya ni los propios afectados dicen nada. Pero mientras en la radio: Cataluña Cataluña Cataluña, Cataluña y Cataluña. Cataluña Cataluña Cataluña; Ah! Y Cataluña Cataluña!
Fuera, sigue lloviendo ☔️ pero nadie dice nada.
Comentarios
Publicar un comentario